Toda clase de pieles
Había una vez en un reino muy lejano una princesa con cabellos rubios que desde muy pequeña destacaba por su increíble belleza, pero aunque tenía todo lo que un niño podría desear, a veces estaba triste porque era la única hija de los reyes y no había más niños en el palacio con los que pudiese jugar.
La reina, que amaba a su hija sobre todas las cosas, no hacía otra cosa que pensar cómo solucionar el problema. Un día cuando iba al pueblo en su carroza, los caballos desbocaron y casi atropellan a una pequeña huérfana que deambulaba sola sucia y hambrienta.
La reina se baja de su carruaje y cuando ve a la pequeña tan sola y desvalida se conmueve y se le ocurre que podría ser la compañera de juegos ideal para su hija, y la lleva a palacio, ordena a sus sirvientes que quiten los arapos a la joven, la vistan con ropas de su hija y la den de comer. Después hace que se conozcan las dos niñas y al cabo de unas horas la princesa correteaba con su nueva amiga por los jardines de palacio entre juegos y risas, las dos niñas eran enormemente felices y desde entonces se hicieron inseparables.
Las niñas crecieron y se convirtieron en jóvenes. La princesa poseía una belleza increíble y su amiga era una bonita joven la cual se enamoró de un muchacho del pueblo vecino y se marchó con él.
La princesa estaba un poco triste porque su amiga se iba pero se alegraba por ella. Al cabo de un tiempo su amiga volvió, su marido la había abandonado, estaba muy enferma y tenía una niña en sus brazos.
La princesa acogió a su amiga y a la hija de esta y ante su inminente muerte pidió a la princesa que se ocupase de esa niña entregándola una cadena de oro, con una cruz, una medalla y un anillo para la niña.
La joven murió y pasado un año la princesa conoció al rey de un país vecino, era un joven apuesto que quedó deslumbrado por su belleza, se enamoraron y después se casaron. Eran muy felices, el rey adoraba a su esposa. Tan felices eran que la princesa deseaba con todas sus fuerzas darle un heredero pero a pesar de intentarlo durante mucho tiempo parecía imposible.
Vivían en palacio con la pequeña hija de su amiga y cuando parecía que nunca tendría un hijo ocurrió el milagro. La princesa estaba muy contenta y el rey era inmensamente feliz, al fin su amor sería bendecido con la llegada de un hijo, pero cuan do todo parecía ir bien llegó el momento del parto, llamaron a doctores de su reino y de reinos cercanos pero ninguno de ellos llegó a conseguir ayudarles, la princesa estaba muy débil y viendo que estaba a punto de morir llamó a su esposo y le dijo que era un hombre joven y que debería casarse, pero le hizo prometer que no lo haría si no encontraba una mujer aún más bella que ella. La princesa murió y también el hijo de ambos.
El rey se sumió en una profunda tristeza, no salía de palacio y ordenó a su servidumbre que la pequeña protegida de su esposa viviese en una zona de palacio donde él no pudiese oír sus juegos y sus risas.
Pasó el tiempo y los consejeros del rey le dijeron que tenía que buscar esposa que le diese un heredero al reino.
Hicieron llamar a todas las princesas de los reinos cercanos pero ninguna era más bella que su amada esposa. Lo intentaron después con las princesas de reinos más lejanos, pero tampoco había una mujer más bella. Desesperados al cabo de unos años, lo intentaron con todas las mujeres del reino pero no parecía haber en el mundo mujer que superase la belleza de su amada.
Los consejeros insistían pero parecía imposible manteniendo la promesa que había hecho a la princesa en su lecho de muerte.
De repente un día, paseando por el jardín, había una joven de cabellos rubios como el oro y de una belleza indescriptible, Al fin había encontrado una mujer con la que podría casarse.
Preguntó que quién era esa joven y le dijeron que era la amiga de la princesa. La mandó llamar y la dijo que quería casarse con ella, pero la joven no deseaba casarse con aquel hombre porque no la amaba y la doblaba la edad pero no podía rechazarlo, ¡era el rey!. Entonces tuvo una idea, decidió ponerle una condición.
Le pidió tres vestidos: uno dorado como el sol, otro plateado como la luna y un tercero tan brillante como las estrellas, asegurándole que si conseguía cumplir sus deseos ella se casaría con él.
Pero la joven en realidad pensaba que era imposible que el rey lograse atender a sus peticiones o al menos, le llevaría mucho tiempo hacerlo y no tendría que casarse con él.
El rey ordenó buscar el oro, la plata y los diamantes más brillantes y puros del mundo y ordenó que con ellos hiciesen hilos para confeccionar los vestidos que la joven había pedido.
Transcurrido un año el rey manda llamar a la joven y la muestra los tres vestidos. La muchacha desconcertada pensó de inmediato la forma de no casarse con el rey y le dijo que efectivamente había cumplido los tres deseos pero que aún tenía un último deseo: un abrigo de piel para su boda confeccionado con las pieles de todas las especies de animales del mundo, y que si cumplía este último deseo se casaría con él. La muchacha pensaba que sería imposible y que no se vería obligada a casarse con él.
El rey ,lejos de darse por vencido, mandó a cazadores por todo el mundo para conseguir toda clase de pieles y después de un año mandó nuevamente llamar a la joven. La enseñó el extraño abrigo, era enorme y tenía una gran capucha. El rey le dijo que ya había satisfecho todos sus deseos y que ahora ella tendría que cumplir su palabra.
La muchacha no tuvo más remedio que acceder y acordaron que al día siguiente se casarían.
Cuando llegó la noche, la joven de puso los tres vestidos y el abrigo de toda clase de pieles, se colocó en el cuello la cadena con la cruz, la medalla y el anillo de su madre y se escapó adentrándose en el bosque.
Caminó sin parar pero cuando amaneció comenzó a oír el ruido de unos cazadores y asustada se escondió en el interior de un tronco de un árbol, pero los perros la encontraron. Entre los cazadores se encontraba el príncipe de un reino cercano y tras descubrir que era una joven decidieron llevarla a su palacio.
La princesa solo pensaba comer y pasar la noche allí y la día siguiente irse pero el cocinero la propone quedarse allí y ayudarle en la cocina. Ella se lo piensa y decide que si, puesto que así ya no tendría que huir más y allí nadie la reconocería. Ella se queda ayudando al cocinero en las cocinas y tiene que aprende a cocinar, a limpiar… El cocinero la regaña de vez en cuando, porque es un poco refunfuñón, pero en verdad la coge mucho cariño y la trata como a una hija. Ella siempre iba vestida con su abrigo de pieles y con la cara tiznada de barro.
Pasan los meses y el príncipe heredero, que fue uno de los que la encontró en el bosque, se tiene que casar. Para ello las reinas hacen un baile para que el príncipe conozca a
todas las princesas de los reinos y pueda elegir con quien se casa. Ese baile duraría tres días. Llega el primer día de baile y toda clase de pieles, que así era como llamaba el cocinero a la princesa, había estado toda la mañana preparando los manjares para los invitados y está agotada. Pero cuando se acerca el momento del baile piensa que ella antes era una princesa y que eso era su forma de vida. Lo que a ella le encantaría es bailar con el príncipe.
Ella le pregunto al cocinero si se podía ver el baile, pero sin que nadie la viese a ella, porque quería ver a las princesas y los vestidos que llevaban. El cocinero, después de mucho insistir toda clase de pieles, la deja que vaya pero con la condición de que vuelva a las cocinas antes de que acabe el baile para recoger todo lo de la fiesta. Toda clase de pieles le dice que si y se va corriendo a su habitación. Se quitó el abrigo, se limpió la cara, se cepillo muy bien su maravilloso cabello rubio, se puso el vestido tan dorado como el sol y se fue al baile.
Entró en el baile y todo el mundo se giró para mirarla, no entendían que hacía una muchacha así sola en un baile. El príncipe la miró y le pareció una muchacha muy bella. Se acercó para bailar con ella y estuvieron toda la noche bailando. Cuando está terminando el baile toda clase de pieles dice que se tiene que ir y se va corriendo y el príncipe la intenta seguir pero al final la pierde. Ella se va a su cuarto, se pone el abrigo de toda clase de pieles, recoge su cabello rubio en la capucha, se tinta la cara y las manos y bajo corriendo a las cocinas.
El cocinero la regaña porque la dijo que volviese pronto y tienen que recoger lo del baile, hacer la sopa al príncipe para que se pueda dormir… Entonces el cocinero como castigo al dice que le haga la sopa al príncipe. Ella hace la sopa, la hecha en un bol y se quita la cadenita y coge una de las 3 piezas que tenía en ella, era la cruz, y la hecha dentro del bol. El cocinero además de hacer la sopa la dice que se la suba a la habitación del príncipe. Ella llama a la puerta y dice:
* ¡Majestad!
Y él le responde:
* Pase, pase.
Ella le deja la sopa, se despide y se va. El príncipe empieza a tomar la sopa y piensa que está muy buena y encuentra una pieza. La limpia y la deja encima de la mesa. La observa y se da cuenta que es una cruz y es una pieza de mujer. Al notar que la sopa estaba más buena de lo normal decide bajar a las cocinas y preguntar al cocinero que quién la había hecho. El cocinero le dice: -Yo, señor. ¿Estaba mal la sopa?-. El príncipe le dice: -No, es que es la sopa más buena que he tomado en mi vida. Y solo venía a felicitarte-. Se despiden y el príncipe vuelve a su cuarto.
Llega el segundo día de baile y otra vez lo mismo. Toda clase de pieles trabaja muy duro durante todo el día. Pero cuando llega el momento del baile pide al cocinero que la deje ver el baile. El cocinero, al final, la dice que si pero con la condición de que esté antes de que acabe el baile en las cocinas porque además tenía que volver a hacer la sopa al príncipe porque le gustó mucho. Toda clase de pieles se va a su habitación, se quita el abrigo, se puso el vestido tan plateado como la luna, se cepilla su cabello rubio, se limpia la cara y las manos y baja al baile. El príncipe la vuelve a ver y va hacía ella para poder bailar juntos. Bailaron toda la noche y él la preguntaba que de dónde era, quién era… pero ella no le contestaba porque pensaba que si le decía que trabajaba en las cocinas no iba a querer saber nada de ella y prefería esperar al último día de baile.
Cuando está terminando el baile se va corriendo a la habitación, se pone el abrigo de pieles, se tinta la cara y las manos y, como sabe que le va a hacer la sopa al príncipe, coge otra pieza de su cadenita, era la medalla de su madre. Baja a cocina y el cocinero la dice que llega tarde otra vez. Toda clase de pieles hace la sopa para el príncipe, la hecha en un bol y mete en la sopa la pieza.
Ella llama a la puerta y dice:
* ¡Majestad!
Y él le responde:
* Pase, pase.
Ella pasa y le da la sopa, el príncipe le da las gracias. Ella se va y él se la empieza a tomar pero va buscando haber si ve otra pieza como la del día anterior. La encuentra, la limpia y la deja encima de la mesa. El príncipe empieza a pensar que esas piezas pueden tener algo que ver con la mujer con la que ha estado bailando esos días. Bajo otra vez a las cocinas y le pregunto al cocinero que quién había hecho la sopa. El cocinero le dice: -Yo, señor. ¿Le pasaba algo a la sopa?-. El príncipe le dice: -No, pero ¿no le ha ayudado nadie ha hacerla?-. El cocinero le dice: - Sí, me ha ayudado la cocinera. El príncipe empieza a sospechar e idea un plan para la última noche de baile. Ellos se despiden y el príncipe vuelve a su habitación.
Era el último día de baile y el príncipe tenía que elegir esposa. Toda clase de pieles trabaja muy duro durante todo el día. Pero cuando llega el momento del baile pide al cocinero que la deje ver el baile. El cocinero, al final, la dice que si pero con la condición de que esté antes de que acabe el baile en las cocinas porque además tenía que volver a hacer la sopa al príncipe porque le gustó mucho. Toda clase de pieles se va a su habitación, se quita el abrigo, se puso el vestido tan brillante como las estrellas, se cepilla su cabello rubio, se limpia la cara y las manos y baja al baile. Estaba resplandeciente con ese vestido y cuando entró en el baile todo el mundo la miraba. El príncipe fue hacía ella, como todas las noches, bailó y habló con ella. La conversación que tenían era tan interesante que el príncipe la colocó un anillo en la mano y ella no se enteró. Cuando llegó el momento de terminar el baile ella salió corriendo. Era más tarde de lo habitual y se puso el abrigo de pieles, se tintó la cara y las manos como pudo y no al dio tiempo a recogerse el pelo, solo se lo pudo esconder bajo la capucha, y, como sabe que le va a hacer la sopa al príncipe, cogió otra pieza de su cadenita, el anillo que había pertenecido a su madre.
Baja a cocina y el cocinero la dice que llega tarde otra vez. Toda clase de pieles hace la sopa para el príncipe, la hecha en un bol y mete en la sopa la pieza.
Ella llama a la puerta y dice:
* ¡Majestad!
Y él le responde:
* Pase, pase.
Ella pasa y le da la sopa. El príncipe la dice: -Espere aquí un momentito que termino la sopa y así se la puede llevar-. Ella estaba muy nerviosa y más porque el príncipe no la dejaba de mirar, sobre todo las manos, y ella no lo entendía. Cuando estaba apunto de terminar la sopa el príncipe dice: - ¿Qué hay aquí? Pero si es un anillo-, toda clase de pieles se empieza a poner roja, - ¿tu no sabrás de quién puede ser este anillo verdad?-. El príncipe se acerca a ella la desabrocha el abrigo y ve que debajo del abrigo estaba el vestido tan brillante como las estrellas. Él le dijo: - Hay algo que tienes que el compañero de esta pieza que me has regalado-, entonces ella se miró la mano y vio que tenía un anillo y mientras tanto el príncipe la decía: - Este es el anillo con el que te quiero pedir que te cases conmigo y que me hicieras el hombre más feliz del mundo-.
Toda clase de pieles dijo que si y fueron felices. Nunca se volvió a saber nada del padre de toda clase de pieles.
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